Aun recuerdo cuando la orilla
de tu minifalda rozó mis descuidados
y sonrojados dedos,
era tan resplandeciente
tu andar de espaldas
que en ese instante
te desnudé toda sin tocarte.
Amé tus caprichosas piernas,
el perfume que traía la brisa
en tu partida
y aunque siempre llegabas
y te ibas como un suspiro,
aún no olvido el movimiento
de aquella vertiente
y esa inesperada huella que dejaste
vibrando mis piernas
y mudo de asombro las palabras.
Ese día está en mi memoria todavía,
te seguí,
me arranqué de mis raíces
y me hice infinito en tu corazón,
amando tus labios
y la amargura exquisita de tus espinas,
sin jamás romper el capullo
de tu libertad y sueños.
Hoy vuelvo por el resto amor mío
porque tú eres
mi terquedad sagrada
mi escurridizo mal,
una indescifrable cuerda desafinada
y mi eterno amor jamás ángel
siempre una endemoniada diabla.
LA ESPINA ORIGINAL DE TUS COSTILLAS
Axel Anchorena